Martín: sanaste mi alma

Preliminares

Cuando se acercan las 34 semanas de embarazo, surge en mí la inquietud del parto y me doy cuenta que no estoy preparada. Cómo estarlo... puede ser el tercer bebé y no estoy preparada. Busco asesoría en PBB donde tomé algunas clases de yoga y me encuentro con un grupo de mujeres que tienen el rol de parteras urbanas. Cuando escucho la posibilidad de un parto en casa quedo en shock. Poco a poco lo proceso, me preparo, investigo, hablo con amigas que tuvieron sus hijos en casa, consulto con mi médico bioenergético. Decidimos entonces con mi esposo que ese es el camino. Compramos las hierbas, pasa una semana y nada. Culmino mi trabajo, entrego mis tareas, mis hijos entran al colegio, todo está listo, se remplazan las hierbas secas y nada. 

Es cuando comprendo que lo externo está listo, pero yo no. Entonces, inicio un diálogo interno, una limpieza profunda. Medito, agradezco a mi mamá desde el corazón el haber dicho si a mi vida, y luego, a mi abuela, quien ahora tiene la memoria en un lugar lejano y no puede saber quién soy; pienso en mi bisabuela, a quien conocí a sus 90 años y a través de las historias de mi mamá, supe que era una mujer fuerte, dura, pequeña de estatura, pero matrona a fin de cuentas. Hasta ahi llega mi conocimiento genealógico de línea materna y sin embargo, sigo agradeciendo a todas las mujeres que desde hace generaciones permitieron mi existencia. 

Luego, pienso en mi propia vida. En mi desarrollo como mujer, en los cambios de mi adolescencia cuando dejé de jugar fútbol y comportarme como niño; en el colegio femenino de monjas donde estudié y las taras que me quedaron; en el entorno donde debía ser siempre una niña buena para agradar a los demás y sobre todo cuidar la imagen (no se bien qué imagen, pero había que cuidarla...). Creo que algo me salvó: crecer en un hogar democrático y liberal, donde los roles de papá y mamá eran distintos a lo que veía en otras familias. Algo más, mi papá no se comportaba machista y fue muy cercano a mí. Fue quien me explicó cómo se hacían los bebés y siempre me dio explicaciones sensatas del mundo, desde el materialismo dialéctico, la lucha de clases, el apoyo a los demás y la apertura de su casa para recibir a cuanto transeúnte necesitara posada. Así, logré en una conexión conmigo misma, solucionar mucho de lo femenino que estaba rígido, que sonaba a contracción, que se veía malo y doloroso. Sin esto, no hubiera podido seguir con el plan que teníamos. 

El momento

Cambio de luna. 5:00 pm. Fiesta infantil y depronto una burbuja se rompe dentro de mi vientre. No me preocupo. Pienso qué puede ser. Cuando me levanto, emerge líquido. Le digo a mi esposo, salimos de la fiesta y entro en una encrucijada: ¿Nos vamos a casa? ¿Nos vamos a la clínica? respiro y visualizo la clínica. Entonces vamos a casa. Llamo a Alejandra y Laura, mis hadas madrinas como les digo en secreto. Laura llega a casa en media hora. Aún no hay contracciones. Me asusta un poco la salida del líquido... pero entonces, me quedo quieta en cama tejiendo, mientras mi hijo Juan Manuel juega X-Box, mi hija Antonia me acompaña, preparando todo y sacando los juguetes para Martín. Mi esposo me prepara una sopa y luego se relaja, supongo que se estaba preparando, porque durmió a mi lado como si nada pasara. Le aviso a Laura de las contracciones cada 20 minutos... cada 15 minutos... cada 10 minutos... Llegan las 10 de la noche. Mis hijos duermen, y despierto a mi esposo porque ya no puedo con las contracciones en la cama. Debo levantarme. El, hermoso, se toma un café, se prepara como un soldado y se pone a mi disposición. 

Hacia las 12 de la noche empieza el trabajo duro. Aún pienso que fue corto el tiempo, pero en realidad en ese momento hubiera querido que sólo pasaran minutos y no tantas horas. Sólo puedo recibir las contracciones de pie. Laura me invita a otras posturas, intento y no lo logro. Entonces, ella me acompaña a expirar cantando. Tomo aire hacia la panza, y lo saco lentamente... una y otra vez. En cada descanso me recuesto sobre Mauro, qué confortable sensación. Sin embargo, llega un punto en el que son tan seguidas que el descanso es poco. Me agoto. A pesar de las hierbas, de los masajes, de la fuerza de Mauro, de mis hijos en sus cuartos, de Martín abriéndose paso, el dolor se hace más fuerte. No puedo más, no quiero más. Sólo me dan ganas de salir a una clínica a que me pongan epidural. Me concentro. Pido ayuda a Dios, me recuerdo a mi misma lo sagrado de mi existencia, abrazo a mi esposo, y no puedo más. 

Alejandra, la otra hada, está en otro parto. Se ha comunicado con Laura toda la noche, para ver la evolución. Sonia, la otra mamá, ha dado a luz primero, así que Alejandra alcanza a llegar a mi casa. Cuando ella llega ya ni me reconozco. El nido preparado en mi cuarto me parece gigante, abierto, no lo quiero. Ellas me sugieren que tome una ducha, pues el agua caliente me puede ayudar. No quiero ducha, siento que si toco el agua me voy con ella, y luego me enfrío, no. Definitivamente no quiero agua. Quiero ir hacia el baño y cuando entro, pierdo toda la fuerza. Mi mente racional niega lo que pasa, se que Martín está muy cerca, pero lo niego y el dolor se hace insoportable. Entonces, como si estuviera en otro estado de conciencia escucho las voces de Mauro, Laura y Alejandra. Ella me mira a los ojos y me dice algo que no recuerdo. Ya no alcanzo a llegar al cuarto de espacio abierto, quedo en un lugar cueva, ahí me siento protegida. Sólo me queda energía para un pensamiento: Juan Manuel, Antonia y Mauricio. En ese momento me convierto en animal. Soy un mamífero, una loba, una yegua, una osa, una leona. Ya no puedo pensar, mi cuerpo se incorpora, me acurruco, primer pujo y sale la cabeza. Mauro la sostiene y dice que está calientica. Alejandra dice que viene sin circular, o sea sin el cordón umbilical en el cuello. Mis piernas tiemblan, no se ni cómo estoy ahí, ni de dónde me sostengo, viene la siguiente contracción, me concentro y se abre paso el cuerpo. Nacemos de nuevo. Todos nacemos de nuevo. Cuando miro a mi bebé, no puedo creer que estuviera dentro de mí, es el ser humano más hermoso que he visto, transparente, limpio, puro, perfecto. 

Mi valiente Mauro corta el cordón, se alumbra la placenta que emerge como el árbol de la vida, completa, brillante, maravillosa, cómplice mía y de mis ancestros para cuidar a Martín durante 39,6 semanas. Entonces, con Martín en mi pecho, soy otra persona. Nunca volveré a ser la misma después de esto. Empiezo a lactar, descansamos un poco, sólo un poco porque Martín estrena pulmones. Hacia las 10 am decidimos llamar la ambulancia, es parte del plan: una revisión médica y el certificado de nacido vivo. La médica de la ambulancia no puede creer que todo esté tan bien. Llegamos a la clínica y como toda historia clínica tiene su suspenso y su carga de terror: me deben tomar puntos y hacer una revisión de útero, para lo cual me pondrán anestesia general. Entro en pánico. Se acaba la magia. Me niego. Tomo aire, decido que soy citadina, occidental, que he crecido entre médicos y que no puedo negarme a sus protocolos a pesar de saber que todo está bien. Finalmente, con mucho poder hablo, explico mi punto de vista, me ponen epidural, revisan al bebé, nos hospitalizan una noche, nos hacemos famosos por nacer en casa y regresamos al día siguiente como si nada, nadie cuestionó nada, fueron amables, hicieron su trabajo y punto.

Posteriormente

Mis hormonas llegaron al límite y descendieron abruptamente. Aún no termino de procesar lo que pasó. Creo que como toda experiencia trascendental el alma se demora mucho en comprender. Mauro puso toda su fuerza a mi disposición sin interferir ni cambiar el curso de lo que pasaba, su presencia fue iluminadora y respetuosa, lo hicimos juntos, trajimos nuestro bebé a esta realidad como si fuéramos uno solo. Las hadas madrinas fueron indispensables, su entrenamiento, su conocimiento y conexión me dieron seguridad. Mi Juan Manuel despertó cuando estaba a punto de nacer y recibió un baño de luz al escuchar a su hermano llorar; con sólo escuchar bastó para él. Antonia no se enteró de nada hasta que la despertamos. Martín, al igual que en el embarazo, no se deja afectar por mi. Sus días transcurren sabiamente, en el ahora, totalmente entregado a sus instintos y reflejos. Hermoso y alado. Nació como quería y donde quería.

Y yo, con mi cuerpo fisurado, siento que se sanaron todas las grietas que aún quedaban en mi alma. Como si paso a paso hubiera curado cada error, cada situación dolorosa, cada herida no resuelta. Aunque el dolor fue similar en los tres partos, por primera vez nadie me dijo qué hacer. Simplemente me conecté con mis instintos, me regresé en la evolución al ser primitivo que fui, a un ser más sabio, más natural, menos lleno de información y de ego. Supe qué hacer, tuve el poder en mis manos, sentía que nada podía salir mal, ni siquiera contemplaba que algo fuera mal, solo me dejé guiar por la inteligencia de mis células, por las huellas de mis genes, por la vida misma. Es increíble, como me dijo un querido amigo, que uno pueda experimentar un dolor tan fuerte que cree que se va a morir, pero sabe que no se va a morir… y eso lo cambia todo, porque sólo hay espacio para la vida, para el amor, para renacer. Martín llegó de sorpresa a mi vida, pero confieso que en el fondo lo esperaba, lo quería, lo visualicé y sentí que su existencia, transformaría la mía y la de mi familia.

Sentir ese poder lo cambia todo. Por eso, con miedo, a veces me devuelvo. Pero creo profundamente que tengo tres motivos para crecer, para ser mejor persona, para trasnochar, para trabajar… ser mamá modifica estructural y funcionalmente la razón y el devenir de la existencia.





PD. Fueron tantas las personas que me enviaron su energía y amor, que pude sentir su presencia en algunas fases. Es lindo sentirse así, acompañada y querida.

Comentarios

  1. Luisa, lo máximo, me siento orgullosa de ti, de tu decisión, de tu hermosa familia!!!!! quiero verlos pronto a todos!!!! te quiero, un abrazo y mucho amor para todos!!!

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  2. Preciso relato Luisa, lo visualizo como un trance de renacimiento personal y familiar.
    Abrazos a la tribu

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  3. Luisa, estoy muy emocionada al leerte. Recuerdo este camino y el final ha sido un precioso comienzo.
    Cuando dices "En ese momento me convierto en animal. Soy un mamífero, una loba, una yegua, una osa, una leona." me ha encantado.
    Muchísimas felicidades para ti y tu linda familia. Ya está los cinco para poder mirarse a los ojos.
    Un abrazo.

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  4. Estimada Luisa, en el miedo y la incertidumbre se conecta el instinto y aparece el coraje, la valentía que se convierte en profundo amor!!!! Gracias por expresar tu amor y poner tu experiencia a nuestro servicio.... Es el coraje y la valentía aquello que genera admiración y reconocimiento... Es todo esto lo que siento por ti ahora ademas de un profundo agradecimiento por compartir todo esto que aprendiste... Uffff!

    JORGE MONJE M.

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  5. toda una inmersion a las profundidades de nuestras mas trascendentales prioridades en la vida...el milagro de la vida en plenitud...y que fortaleza! :)

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