Polluelos a bordo

Es diciembre, ya son 33 semanas y unas ligeras contracciones que van y vienen como olas lejanas en un mar tranquilo de Coveñas (Sucre, Colombia). Ya se me acabó el reinado del segundo trimestre y empieza una etapa muy intensa de movimientos fuertes de mi bebé, de ubicación cefálica dorso-derecha, de presión intensa sobre la vejiga (el baño es el segundo lugar más visitado en el día), y noches de insomnio... se acerca el momento del parto y como buena conocedora del tema, muero del susto.

Me he dado el síndrome de nido anticipado... busco la manera de organizar cada espacio de mi casa para abrir el del bebé, me abrumo con facilidad, la subida de cuatro pisos es cada vez menos ágil, pero sobre todo, lo que más me asusta es asumir una nueva vida con ¡tres hijos a la vez! aún mi cerebro no logra procesar cómo diablos hago para atender a tres polluelos de edades tan diferentes, con sentimientos y necesidades tan diferentes, cómo haré para no derretirme y volverme a condensar con cada una de las cosas que viven día a día. Y es que, sin entrar en la discusión de las mamás que trabajan o que se quedan en casa con sus hijos, o que yo las decisiones que tomen, pienso que el tiempo con los hijos es valioso, es mágico y necesario, porque pasando tiempo juntos es que puedo conocerlos. Pero también se que puedo volverme más loca si no hago otro tipo de actividades que alimenten mi espíritu.

A principios de este año tomé la decisión de retirarme de un trabajo estable, de una trayectoria de 5 años en ascenso. No sólo era agotamiento, era algo más profundo que aún no había descubierto. Por dentro, necesitaba de mis hijos, de su energía, de su amor, de su efímero disfrute y sus pasiones cortas por ciertos placeres. Ellos ya no me necesitaban tanto, era yo. Y al entrar en su mundo, nos fuimos acomodando de una manera increíble; con acuerdos tácitos, encontré mi espacio perdido en este hogar. Ya no quiero moverme de esta pequeña zona donde mi tiempo y el de mis hijos se confunde, me confunde y me hace feliz. Extrañamente  el dinero no ha faltado, las pequeñas comodidades se mantienen, pero los consumos innecesarios se han transformado en otras cosas que ni yo entiendo. Y el trabajo llega, se va, aumenta, disminuye y ya no es una cadena, es un reto interesante que mueve mis neuronas y modifica mis esquemas.

En este panorama llega Martín. Se mueve de nuevo el suelo y lo único que me da tranquilidad es haber visitado un hogar con condiciones similares, donde la mamá lactaba tranquila en un sillón, narrando los pormenores de una vida nueva con tres hijos, feliz, radiante y agradecida por la sorpresa que le dio la vida. De resto, para mi, en este momento, cada contracción es como una sacudida en un avión, donde el estómago nos recuerda lo frágil que es la vida, el poco control que tenemos sobre la nuestra, que somos un punto perdido en el espacio infinito, y cuando pasa... entonces se convierte mi cuerpo en un milagro, donde independientemente de mi, un niño se abre su propio espacio, para ayudarme a seguir encontrando el mío en este hogar.


Parágrafo- Frases de mi hija de 5 años:

"Abuelo, tu trabajaste en el Ministerio de Educación, pero no te educaron" (a propósito de unas bromas que le hizo el abuelo)

"Menos mal me voy a Cali en navidad, esta ciudad está colapsada..."

"No quiero comer animales muertos" (cuando se le sirve carne)

"No me gusta que maten a los pajaritos" (cuando se le sirve pollo)

Comentarios

  1. Me alegra saber de ti, que bueno que el embarazo va bien. Dices que andas ordenando y palnificando todo, que no sabes como atenderás a tus tres pollitos; pues estoy convencida que lo harás maravillosamente. Disfruta cada instante.
    Felices Fiestas.

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