Árbol que nace de lo enterrado

Hace mas de un mes, en una reunión de una amiga muy querida, una señora declamó Soneto de Franciso Luis Bernárdez, poeta Argentino. Sus palabras se movilizaron por mi piel y quedaron instaladas en mi presente. De otra parte, como proceso de ejercicios terapéuticos, me senté frente a la ventana de mi habitación, con el sauce cómplice de siempre, y dibujé mi mandala... Resultó un árbol frondoso, con tres corazones como frutos y un circulo central, bien anclado en sus raíces, ramas abiertas al cielo. Y siguiendo la línea de búsqueda personal, llego donde un mentor que me introdujo a las artes de Chi Kung Shaolin y termino haciendo el ejercicio llamado arqueología retrospectiva de mi vida y entonces comienzo a escribir mi biografía, mi historia por segmentos, encontrando sorpresas, repeticiones de ciclos, polaridades, eventos que lo cambian todo y mi yo perdido.

Ahora comprendo que es mi propia historia, que sentarme a escribir, a dibujar y a escuchar me lleva a  las profundidades donde me mareo, donde siento el vértigo de lo acumulado bajo el tapete. Donde me  enfrento a tanto que a veces no se ni que hacer con eso. Y depronto, como si fuera magia, se va curando. Duele tanto que se cura, cada lagrima derramada, sin querer, resulta un bálsamo que restaura la piel, los músculos, la médula, las células. Limpia, sutura y transforma.

Definitivamente soy el árbol, que como dice Soneto, nace de lo enterrado. Caen mis hojas en este otoño, sigue cayendo una y otra de mis viejas ideas que hoy ya no sirven para nada, se desvanecen paradigmas, se van los rencores, se pierden los daños colaterales, todo se recicla en el suelo, todo se vuelve soporte, nutriente, experiencia. Queda todo expuesto esperando el invierno, acaso anhelando sin ansiedad la primavera, para volver a florecer. Me preparo para estos días, reconozco mis ciclos, concilio mi presente.

Y en esta estacionalidad, como si fuera un libreto escrito a cien manos, todo se va armonizando, cada pieza encaja perfecto. Los dos valientes buscamos la tierra, la removemos y dentro de poco sembraremos las plántulas que hace un tiempo cuidé con mi vida. Regreso no es una opción, empezar  otra etapa es una decisión.



Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

 Si para ahora estar enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo  por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.

Francisco Luis Bernárdez




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