Eso de ser buena o mala mamá

Todo el 2013 fue un año invertido en construir. Nuevos pensamientos, nuevas formas de relación con mi cuerpo, con los hijos, la pareja, con el mundo. Ejercicio físico, fin de la lactancia, abrir caminos laborales, darle sentido a mi refugio. Hoy vuelvo a escribir porque necesito volver a mi, a mis espacios personales para encontrar lo que realmente tiene significado.

Ayer tuve una conversación con una amiga a quien quiero muchísimo. A pesar de nuestras diferencias (algunas radicales) hemos logrado mantener por más de 22 años nuestra amistad. Y estoy convencida que es el afecto. Sólo el inmenso cariño que senitimos la una por la otra hace que nuestras diferencias se discutan pero no nos separen. El afecto puede ser una manera de evitar seguir segregándonos en grupos que si comparten nuestras miradas.

Y justamente a partir de esa conciencia con mi amiga, se me ocurre hoy que esa guerra interna que se desata en mi tiene que ver con la poca capacidad que tengo para aceptar que hay otras miradas, otros puntos de vista, otras formas de vivir que no son las mías. Exponer puntos de vista, especialmente en redes sociales, desencadena algunas veces debates interesantes, pero por lo general odios, pasiones, insultos y la necesidad de imponer verdades absolutas. En el discurso de todo extremo está la tolerancia, la aceptación de la diversidad, la conviencia... y traducir esto en acciones es profundamente complejo, sobre todo si quiero que los demás piensen, sientan y actúen como yo, o mis modelos de vida.

Leo tantos comentarios en blanco o negro. En el caso de la maternidad se ha convertido todo en un debate: cesárea o parto vaginal, leche materna o biberón con fórmula, nacimiento en casa o clínica. O peor aún, buenas o malas mamás ¿Y quién dijo la verdad absoluta? Me parece profundamente irrespetuso estar haciendo sermones sobre cómo otras personas deben vivir su vida, o sobre cómo deben actuar acerca del nacimiento o la crianza. En general desconocemos las historias personales o los motivos de acción de cada quién, y sin embargo, nos hemos vuelto pregoneros de verdades.

Y qué tal si... se acepta que cada persona hace lo mejor que puede con la información que tiene... O por ejemplo, reconociendo las diferencias exponemos nuestros puntos de vista sin querer convencer o juzgar. La construcción es escenarios de paz no es en mesas de negociación o en zonas de guerra únicamente. Cada juicio que lanzamos desde nuestros hogares y que son escuchados por nuestros hijos son desencadenantes de violencia. La construcción de la paz o de la confianza no nace sólo del discurso, sino también desde la manera en que nos relacionamos con el mundo, desde la manera en que respetamos que otros piensen distinto y no por eso están mal.

Para cerrar, algún día leí un post que decía algo como: Si eres vegetariano, pero criticas a quienes comen carne, te gana el ego. Si practicas yoga, pero tratas de ignorantes a quienes no lo hacen, entonces te gana el ego... De eso se trata, hablan más de una persona las acciones como conducir un carro, hacer un reclamo, pedir un servicio o la relación con los hijos, que sus palabras y discursos. Ojalá bastara el ejemplo.

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