El regreso de los monstruos

El asunto de nacer solos y morir solos es bastante desolador. Al menos para mi, pues perteneciente a la camada de cuyes en la que crecí, es bastante difícil hablar de soledad e independencia. No se si es cultural, o de crianza, o es innato, o de dónde sale esta estructura de ser parte de. Pero hoy me encuentro enfrentada a dos asuntos complejos: el sueño y el miedo. El sueño porque desde que tuve mi primer hijo, ha cambiado radicalmente. Nunca se vuelve a dormir igual, o al menos eso comparten muchas madres conmigo. Cuando por fin mis hijos durmieron de largo toda la noche tenían casi un año; pero luego vienen las fiebres nocturnas, o pequeñas pesadillas, o idas al baño, o cualquier excusa que no permite ciertas noches enteras. Eso es parte del oficio. Durante los dos embarazos, hacia el final del tercer trimestre, el sueño se convirtió en un asunto grave. La incomodidad para dormir es cada vez mayor, entre almohadas y cojines, evitando líquidos para no levantarse al baño, dormir casi sentada para que la última cena permanezca en su lugar y así... todo eso se olvida porque es cada vez más cercana la fecha de ver la cara del bebé, porque sus patadas son mágicas y porque la naturaleza es sabia.

En este embarazo el sueño ya no me atormenta tanto, pero se que necesito dormir bien, para no rasguñar paredes al día siguiente. Y aquí se juntan dos factores: el sueño y el miedo. Porque mi hija de 5 años, vio un video donde Michael Jackson se convierte en hombre lobo. Y no puede borrar esta imagen. Y lleva tres semanas despertando hasta tres veces en la noche porque tiene miedo. Al principio no parecía grave. Pero el asunto cobra cada vez más vida y creo que es porque tiene que ver conmigo misma. Desde pequeña sufro de miedo nocturno. Por supuesto son de esos traumas que se quedan dormidos y parecen invisibles. Pero cada viaje donde debo dormir sola es una tortura. Tengo mil anécdotas de cómo he tenido que hacer de todo para evitar viajar sola y quedarme sola en otras partes. Y a los 34 años parece que he logrado sobrevivir a los monstruos nocturnos. Mi mamá siempre decía que no había que tenerle miedo a los muertos, sino a los vivos. Entonces mis temores dejaron el lado de la fantasía y se volvieron reales. Por supuesto, no es responsabilidad de mi madre, ella recibió una fuerte herencia sobre este asunto de tenerle miedo a los vivos.

El asunto es que le hice el quite durante años. Ahora, siento que me enfrento junto con mi hija a esto. Y no es fácil. ¿Cómo su mamá puede pedirle que duerma con la luz apagada sola en su cuarto, si ni siquiera ella es capaz de hacerlo cuando su esposo viaja? Es más difícil de lo que parece. No sólo porque he revelado mi personalidad de gallina, permitiendo toda clase de chistes y bromas que han estado a punto de paralizarme el corazón, sino porque en serio creo que llegó el momento de enfrentarlo. O mi siguiente generación filial F1 padecerá del mismo mal. Así, soy totalmente consciente de que debo empezar por mi. He hecho por lo menos 4 intentos terapéuticos con mi hija para superar el terror nocturno. Y es frustrante. Cada vez que vuelve a llorar siento que es un fracaso total. Como si no valiera el intento, como si quisiera evadir el tema.

Aquí estoy, en la encrucijada sin resolver. Luchando con los genes, tratando de ser la heroína que rescata las generaciones futuras y de paso, sana las pasadas. No me siento ahora con fuerzas para hacerlo. Tengo 21 semanas de embarazo y mi cuerpo está volcado en el crecimiento del nuevo bebé, que todavía no se si es niño o niña, tratando de subir de peso, buscando las imágenes adecuadas en mi mente para abrirle el nuevo espacio en mi vida y en la de mi familia a este nuevo ser. Así que no tengo fuerzas para devolverme y sanar a esa pequeña niña que sentía miedo en las noches. La ventaja, (o desventaja nunca se sabe) es que tuve dos hermanos con los que compartía habitación y miedos, así que los tres, a manera de simbiosis, logramos crecer e "independizarnos". Pero mi hija tiene su habitación sola: algo profundo me dice que debo ayudarla a superarlo, que no puedo dejarle el camino fácil que tuve, porque así no logrará la independencia y la fuerza que necesita para enfrentar el mundo. Y por otro lado, me dan ganas de dormirme abrazándola, quitándole cualquier cosa que la haga sufrir. No es justo que a las mamás no toque el trabajo sucio de educar. No es justo que seamos siempre las malas del parche. Esta noche, lo juro, no se que camino tomaré. Pero envío un deseo al cielo y es que Antonia duerma tranquila y yo por fin, tenga un sueño reparador.

Comentarios

  1. Lei atentamente todo y em recoró a alguien muy cecano a mí. Hasta hoy tiene noches en que duerme con la luz encendida y pasa el medio siglo de edad.
    Ojalá ustedes puedan conseguir la tranquilidad que necesitan. Y si quieres dormir con tu hija hazlo.
    Saludos.

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  2. Pamela, muchas gracias por tu comentario... me alivia mucho sabes??? Abrazos

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