El verdadero altar

Agosto de 2011... Mi hija artista favorita tiene un block de cartulinas y traza figuras con sus crayones. Me pide que dibuje con ella. No se que dibujar, la nauseas no me lo permiten. Respiro, miro mi vientre abultado pero no por el bebe en camino, sino por las secuelas de la maternidad en mi vida. Siento, empiezo a dibujar. Surge una panza, con un precioso feto que tiene ojos, corazón y cordón umbilical. A mi hija le parece una obra de arte. A mi me parece solitario. ¡Necesita mis palabras! Necesita mis letras, entonces, comienzo a escribirle sin pensarlo. Aun no sabia nada, si era niño o niña, simplemente quien escribia era esa mujer que soy yo, pero que no sabia que era yo.

Colgué el dibujo en blanco y negro detrás de la puerta de ingreso a mi habitación. Ahí se quedó durante todo el embarazo. Recuerdo con claridad que al día siguiente del dibujo, desaparecieron las nauseas, el vomito y un poquito, el miedo. Comencé a sentirme radiante, con la piel fresca, el pelo brillante, los ojos cristalinos y el alma relajada, era el segundo trimestre de embarazo, ya nada podría detener esta felicidad de gestar vida en mi interior.

Enero de 2012... Mis hadas madrinas dicen que se debe construir un altar para el nacimiento en casa de Martin. Después de enfrentar los miedos, reconciliarme con las generaciones femeninas, leer sobre el poder femenino y el patriarcado, y el útero, y miles de blogs de mamas que parieron en casa, pienso que es el momento de colorear mi dibujo. Con la poca fuerza que tengo, comienzo a pintar de rojo el corazón, de azul las franjas de cordón umbilical, recuerdo que mientras daba color, pedía al universo, a la tierra, a la vida, a mi misma y a todas las mamas del mundo que el parto saliera bien, es decir, como tenía que ser. Olvidé el dibujo. Pensamos que el altar eran los dos palos que habían afianzado la creencia de un amor eterno, de un amor a prueba de todo. Asumimos que ese era el altar, el lugar donde habitaba el tótem que unía dos esposos y una familia. Hoy ese altar, yace en el lugar de origen, dos palos paralelos, rodeados por lazo, bajo una roca en el Páramo el Tablazo, en Subachoque, Cundinamarca.

Febrero de 2012... Al pie de mi cama, como un mantra, repito que mi cuerpo es sagrado. No se como llego hasta el baño, me invade el pánico, no puedo pensar nada, mi partera me mira a los ojos y me dice que me reincorpore. Tomo aire, salgo del baño y justo en la puerta de mi habitación, nace Martin. Muchos, pero muchos meses mas tarde, cuando el castillo de naipes se ha derrumbado, cuando todas las estructuras de mi vida se fueron al piso, abro la puerta y como si aterrizara en una realidad paralela, la cierro. Ahí esta el dibujo. Ese es el verdadero altar, ese es el sentido real que tenía aquella pintura para Martin. Sin saberlo, estaba creando el espacio donde el elegiría nacer.

Septiembre de 2012... Y esa es la vida, no lo que uno piensa o quiere, sino ese camino mágico y misterioso que se abre para darnos lo que realmente nos hace bien y necesitamos. He desandado mis pasos y definitivamente se que matrimonio no es equivalente a ser padres, que ser mama no es lo mismo que ser pareja, que la familia no son las cuatro paredes privadas, sino esas extensiones de personas que nos aman, nos apoyan, nos soportan, lloran y ríen con nuestras experiencias, vibran con nuestra alma, que la familia es esa red de apoyo que nunca te deja caer, y que no son los genes o la sangre, sino el profundo sentido de hermandad que se desarrolla mas alla de todo sistema social o creencia. El dibujo, las nuevas negociaciones
y mi red de apoyo, son el verdadero altar de Martin.

Comentarios

Entradas populares