Despidiendo la panza... renaciendo con Martín

Ya está más bajita. Ni siquiera contabilizo las estrías nuevas... admiro la elasticidad de mi piel y no paro de aterrarme con los movimientos dentro de mí. Me he acostumbrado a ella, a que sea la protagonista, a que me cedan los puestos en entidades bancarias, en ascensores, a tener prioridad en todo. En estos últimos días, sabiendo que estás a punto de aterrizar en el planeta Tierra, que dejas tu rosa, tus volcanes y te elevas en una bandada de pájaros para llegar a nosotros, siento nostalgia. Es despedirme de un estado montaña rusa, del desequilibrio, de vivir como dice Charly García, en aeropuerto. Es dejar de sentirte adentro y eso se convierte el algo extraño, porque estoy muy cómoda y familiarizada contigo ahí: en movimiento, en sueño, en vigilia, en el compás de cada comida, donde te mueves distinto a cuando algo te molesta.

Juntos, hemos vivido los estadíos evolutivos; he sentido como pasas de ser larva, a ser pez. Como cuando te movías como una burbujita hasta cuando empezaste a ser anfibio y como renacuajo inquieto me despertabas en las noches. Ya eres todo un mamífero. Dentro de poco, dejarás el océano para salir a la playa. Cada contracción es una ola que te acerca a mi, que nos trae desde el mundo de los sueños a esta realidad. Ya puedo verte, ya puedo sentirte. Mis noches de insomnio ya no son un problema, pues nuestras charlas silenciosas para no despertar a papá se han vuelto parte de mi. ¿Será así cuando nazcas?

Ahora, cuando se aproxima la necesidad de verte, de olerte, de acariciarte es cuando más ansiedad tengo. Si antes no sabía cómo iba a ser mi vida con tres hijos, ahora no hay certezas de nada. Sólo que la vida fluye a pesar de mi. Que todo se organiza y se va dando, como si desde el cielo, alguien nos estuviera trazando el mapa con estrellas y tu, eres mi brújula; eres mi maestro, desde que apareciste en una prueba de farmacia empezaste a darme lecciones. Me has enseñado paso a paso y con todo el amor, a quitarme pesos de encima, a creer más, a cerrar procesos, a organizarme, a conectarme mejor con mis seres queridos y con los no tan queridos, me has abierto canales de sabiduría impensables. Ahora, vienes como la gota de agua que se transforma y le das otro sentido a mi existencia.

Falta poco, y le miedo no se va... pero entendí que no se tiene que ir. Ahí debe estar presente para recordarme que soy un ser vivo, frágil, vulnerable ante la belleza del mundo. Miedo no me paralices. Sólo quédate ahí, en un rincón por si te necesito. Viene una experiencia sanadora y sagrada. Estoy casi lista, conectada, preparada para decir adios panza... Martín emerge y mamá renace.

Comentarios

  1. Luisa, lo que has escrito es hermoso, cada etapa que has descrito son bellos momentos.
    Me alegra que estés viviendo así estos momentos.
    Saludos a Martín.

    ResponderEliminar
  2. Hermosa, me conecto y te sigo acompañando en este pedazo de vida!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares