Silencio

Silencio. Todo se silencia, llega el momento de aguardarse, de perder el banco de datos, de simplemente cerrar los ojos y callar. Soy el salmón que no quiere ir contracorriente, soy el salmón que se deja ir. Veo como poco a poco la canoa se va y el remo la persigue. No quiero remar mas, mis brazos están agotados. No me dejo hundir en en el agua, floto, me ubico boca arriba y contemplo el cielo, indiferente a mi. El saúco que veo desde mi ventana sigue igual de arrogante, no le importa mecerse con el viento mas. Atrás ha quedado la turbulencia, veo desde la orilla como no me he ahogado y el remolino ya fue. Acojo al animal nocturno que se silencia y simplemente respira, acepta. Envidio su falta de memoria, envidio como deja el pasado en una bruma inexistente para evitar el llamado evolutivo y solamente concentrarse en lo escencial de un su sobrevivencia. Me escondo por un momento, evito la luz, pero ya no evito el dolor, porque ya lo he sentido demasiado y tal vez mi propio cuerpo me pide parar. Eso hago, me hago caso, por primera vez en mi vida me hago caso. Salto sin miedo. Corriente que fluye a pesar de mi, agua cristalina a pesar de todo lo que ha corrido debajo de ella. Respiro de nuevo y sigo, no hay otra opción, detenerse significa morir. Abrazo mi vida, abrazo la vida de mis hijos que son extensiones de mi cuerpo, de mi esencia, del sueño que un día tuvo el cielo y que la tierra reclamo. Adoro este momento donde tengo la lucidez que mas adelante necesito recordar para no intentar alcanzar la canoa y el remo que ya ruedan hace mucho rato, río abajo.

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