Solidaridad femenina

Se trata de un espíritu y una manera de ver la vida. Se trata de una energía que mueve ciertas materias. Se trata de un poder escondido que hemos delegado a otros y se trata de no ser sinceras con nosotras mismas para asumir verdaderamente lo que queremos. Hay tanto al respecto, las feministas por un lado, las machistas por doquier, y un pulso permanente por nuevas búsquedas en un mundo Yang. No voy a entrar en discusiones acerca de roles, de posturas radicales y menos de equidad. Ya he perdido la fe en todo eso. Tampoco creo que se trate de una competencia. Creo que las mujeres estamos en permanente búsqueda de nuestro lugar en el mundo. Mi hija de seis años me dijo el otro día: -mami, no me gustan las mujeres que exhiben sus cuerpos en las revistas y en la tele- yo me quede en silencio tratando de entender si ella había escuchado esto de alguien o había construido el pensamiento, ¿De donde salió esto? Luego respondí: tienes razón hermosa, el cuerpo es sagrado. Y respetando el oficio de las modelos, sin entrar en espacios moralistas, sin juzgar las opciones que toman las personas en la libertad social, creo que es justamente la sacralidad del cuerpo donde radica mi sentimiento con respecto a lo femenino. No necesariamente porque este diseñado para tener hijos, el cuerpo femenino alberga poderes increíbles de sanacion, una fabrica de hormonas sin fin donde se conjugan todos los sentimientos, emociones, pensamientos y nociones universales. El tema es descubrir este poder en medio de una maquinaria que arrasa con todo. La solidaridad femenina, creo, consiste en que nos consideremos sagradas, en que veamos en cada mujer una cómplice de este espíritu, en dejar de competir en este sin sentido del juego machista que desde su verbalizacion, nos quiere reducir a veces, a productos de consumo. Esta categorizacion de "mujeres para pasar bueno", "mujeres para casarse", "lobas" , a quienes se presenta en la casa, las juiciosas, las desjuiciadas... En fin, nos reduce al imaginario de ser personas al servicio de. Cuantas veces he escuchado en parejas de novios que la que se muere por casarse es ella... Y el, el escurridizo, el que le teme al compromiso... ¿Que sentido tiene esto? Acaso nos creímos los cuentos con los que crecimos. Veo mujeres en todas partes desarrollando sus potenciales y siguiendo sus brújulas internas, no enredadas en el matrimonio como el fin ultimo de sus sueños. Veo mujeres también, que en lugar de internarse en su propia esencia se comportan de manera egoísta y lastiman a sus congéneres. Ahí debería primar la solidaridad. Y no creo que esto deba ser transmitido solo entre mujeres. Esta nueva generación de hombrecitos chiquitos, como mis dos hijos también deberían saberlo, para no andar por el mundo replicando esquemas que ya no funcionan en este nuevo siglo de apertura mental y espiritual.

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