Aterrizaje forzoso

Los matices de la vida. Aunque a veces (o casi siempre) se prefiera blanco o negro, casi todo se desenvuelve entre grises. No es que justo ahora exista una necesidad de tomar partido o reaccionar ante circunstancias, simplemente es la manera de entender la complejidad que es cada ser humano y lo extrema imposibilidad de comprender la mente de los otros. Si ni siquiera es posible entender los mecanismos que gobiernan la estructura cerebral propia, qué se puede saber del otro. Sus pensamientos, sus ideas, sus emociones, sus acciones, todo está por fuera de nuestro alcance, siempre. Y los pocos momentos de lucidez donde se cree penetrar en el corazón ajeno, sólo son eso... momentos. ¿Dónde nacen y mueren las ideas? ¿Hay una morada para los pensamientos y su contradicción con la acción? ¿Cómo saber qué le hace bien a si mismo, pero daña a los demás? ¿Cómo evitar intentar acceder sin permiso a las entrañas de los otros? Si ni siquiera se han conquistado elementos alcanzables de la razón propia, esa pretensión de entrar y de quedarse no funciona. Parece, según los expertos en cuestiones de psicología y filosofía, que es mejor conocerse a sí mismo y buscar ahí y solucionar lo que haya que solucionar, ahí, justo en el centro. Tal vez una forma de buscarse a si mismo sea a través de los otros, tal vez por los otros es que se puede indagar lo personal, tal vez la soledad del alma dentro de un solo cuerpo y no de varios, es una paradoja. A pesar de estar todos conectados en un ciclo sin fin, como lo dice el Rey León, siempre es cada cabeza pensando y viviendo dentro de su propio ser.