Huellas indelebles

Existe una creencia popular y es que a las chicas les gustan los chicos con cicatrices o "heridas de combate", ya que esto los hace masculinos y más atractivos a sus ojos... no estoy  muy segura que sea generalizado, pero bien vale la creencia para justificar lo que viene a continuación. Cuando esperaba a mi primer hijo, vivía orgullosa de mi gigante panza (sobre todo los últimos meses) sin una sola marca, excepto la línea alba que debe estar ahí, cafecita atravesando perpendicularmente la prominente barriga de la embarazada. De un momento a otro, faltando cinco días para el parto, una señora adorada que vivía al lado de mi casa en Quimbaya (Quindío), con cara de horror me gritó: ¡No puede ser... le salieron estrías!. Mi reacción solo fue decir que eran marcas de la cobija sobre la que estaba recostada... pero no, ahi sobresalían siete preciosas rayas rojas a manera de retículo endoplasmático celular en el lado izquierdo de mi panza, el derecho se mantuvo intacto. Debo confesar que me sentí triste, como si hubiera perdido la apuesta que todas las señoras hacían, y por supuesto renegué del aceite de almendras ese que no sirvió para nada. Dos años y medio más tarde, volvía a lucir feliz mi grande panza albergando a mi hija; ya me había acostumbrado a la presencia de las rayitas nacaradas que finalmente ni se notaban con lo estirada que estaba la piel. Entonces, de nuevo, faltando 6 días para el parto en Quito (Ecuador), esta vez mi hermana, esta vez con voz de tristeza me dijo: ...te salieron estrías... Y claro, el lado derecho lucía ahora 5 rayas rojitas. Ya no sentí tristeza, me dio risa: ah! igual que la vez pasada, faltando pocos días, que cosa...

Y hoy, con apenas 9 semanas y 6 días, como ya tenía panza antes del embarazo, veo que se han resaltado por lado y lado mis preciosas huellas indelebles de la maternidad. Una querida amiga me dio una crema que hasta ahora ha hecho lo suyo: conservar lo que hay, pero no dudo que faltando 5 o 6 días para el parto, aparezcan como si nada, bien por encima o por debajo (a los lados queda muy poco espacio) de mi panza. Y qué puedo decir... me miro al espejo y siento orgullo de mis cicatrices. Creo que representan esa resistencia y esa fuerza que se necesita para vivir los embarazos, los partos y los pos partos (cada uno más complejo que el anterior). Sin ellas, no recordaría el paso que dejó por mi cuerpo una maravillosa misión que me dio el universo. Creo que los estilos de vida que hemos permitido que nos imponga la sociedad de hoy hace que la búsqueda de la estética se confunda con vanidad desmesurada y que sea un crimen tener una estría (o varias), un gordito (o muchos) o una arruga (s). Se ha impuesto un verdadero prototipo de mujer que tiene que ser perfecta en todo: como profesional, como mamá, como esposa, como amante, un modelo a escala de diosa, imposible de logar y frustrante para las de carne y hueso. Y no es mejor una mujer de la vida real, ¿con sus luces y sombras?. Las marcas del embarazo hacen de un cuerpo femenino un museo de la vida. Prefiero bajar luego de peso con una deliciosa lactancia,  montando bici una mañana soleada en el parque, en una caminata por un páramo con mis hijos,  en el trote de las mañanas para enviarlos al colegio, en eternas carcajadas con mi esposo; perder calorías echando chismes con mis amigas, disfrutando de las situaciones locas en las que me pone la vida. Eso si es poder, soy mamá medio cebra ¡y que!